La historia de Algaloop y el proyecto en Tolima es un testimonio de innovación y compromiso social. Todo comenzó cuando Anaut Patterson, trabajando para dinamizar la comunidad de Gaztenpatía para la Universidad del País Vasco, descubrió a través de un encuentro con la asociación Colombia-Euskadi la potencialidad de las microalgas para transformar vidas en comunidades rurales. La idea era crear una planta de producción de espirulina que ofreciera empleo digno y sostenible a mujeres y jóvenes, mejorando significativamente sus condiciones de vida y ofreciéndoles una nueva fuente de ingresos.